La partición hindú-pakistaní hace 70 años y ahora.
Hoy es 19 de agosto. Hace dos días más 70 años nacía un nuevo país en
el centro-sur del continente asiático. Un país creado prácticamente de
la nada. Su nombre; Pakistán. Al día siguiente, ayer más 70 años,
terminaba la ocupación virreinal de la Gran Bretaña sobre el
sub-continente indio y nacía en ese entonces República India, (hoy
simplemente India). Hoy, hace exactamente 70 años se daba a conocer a
ambos países y al mundo la forma "definitiva" que habrían de tomar las
fronteras entre ellos, y se acrecentó un drama que ya se venía
desarrollando tiempo antes de llegar a este momento; la separación de
los dos grupos religiosos más importantes en esa región: los hindúes por
un lado, y los musulmanes por el otro.
Al pensar en ello no se busca una respuesta a la pregunta de si la partición era necesaria o no. Tampoco se busca cuestionar si los musulmanes de la India tenían el derecho de recibir y fundar un estado propio. Lo que se busca es reflexionar sobre todo el drama humanitario que se causó por estas decisiones. Desde antes de la partición ya habían habido enfrentamientos sangrientos entre hidúes, musulmanes y sijs, pero estos se incrementaron después de ella. A esto hay que añadir la migración forzada de millones de personas hacia un país o hacia el otro. Se tienen estimaciones sobre que el número rondó los catorce millones, siendo la migración forzada más grande de la historia y la más mortífera con dos millones de muertos durante el proceso.
Como es lógico, esto que no inició bien sigue estando mal. Setenta años después las secuelas de la partición se siguen padeciendo en la actualidad tanto en India como en Pakistán; una enemistad mutua que ha desencadenado guerras, odio y una escala armamentista temible, llegando a que ambos países posean armas nucleares. Y al final, ¿cómo están las cosas? India es una potencia regional del sur asiático pero con una población mayoritariamente empobrecida, haciendo que sea uno de los países más desiguales del mundo; y Pakistán es un país con una gran inestabilidad política y social, en donde los golpes de estado y las dictaduras militares son mucho más comunes que el crecimiento económico y el bienestar colectivo. Otro aspecto lamentable es que los intereses de los grupos que mantienen el real poder económico y político, por igual en un país y en el otro, siguen estimulando el odio mutuo entre dos pueblos que antes eran uno y que comparten, en forma difícil de creer ahora, raíces genéticas, culturales e idiomáticas.
No me corresponde a mí, y creo que a nadie, repartir culpas. No es culpa de India, ni de Pakistán, ni siquiera de los británicos. No es culpa de Gandhi, de Nerhu, de Mountbatten, ni de Jinnah. Lo que sucedió, y sigue sucediendo en esta región del mundo, es el resultado de una serie de decisiones desafortunadas que tuvieron las peores consecuencias. Ignoro si hubiera habido una mejor forma de manejar este asunto, de que fuera menos doloroso. Creo que al final Radcliffe fue el único que acertó; cualquier decisión hubiera tenido el mismo resultado.
No estoy con India contra Pakistán, tampoco estoy con Pakistán contra India. Sólo creo que no hay que olvidar a las víctimas. Espero que los pueblos de ambos países puedan aprovechar la ocasión para reflexionar y para poder ser capaces de construir un futuro, juntos y en paz.
Zapopan, Jalisco, 19 de agosto de 2017.
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